A 21 años del boom del rock femenino, hago un recuento de cómo fue este recorrido utilizando las voces de sus protagonistas: Cecilia Zero, Veronik (Valium) y yo, en representación de Área 7. ¿Valió la pena?
Todos tenemos algo que decir sobre el rock peruano. Hemos escuchado que es bueno y que tiene calidad. Los más escépticos dicen que es malo o alienado. Otros dicen que tiene mucho potencial... y que no. Incluso hasta que ya murió. Pero, lo cierto es que durante toda esta travesía ha ido cosechando épocas icónicas para las cuales nadie estaba preparado. Hasta ahora. Hoy voy a contarles cómo el país reaccionó al desenfreno de las primeras dos bandas integradas solo por chicas acompañadas de una cantante punk/rock que tomaba el escenario con su uniforme escolar. ¿Preparados?
Corría el año 1999 y ya contábamos con exponentes femeninas en este género. Podemos mencionar, por ejemplo, a Claudia Maúrtua con Ni voz Ni Voto o quizás a Sandra Requena y Metadona. La achoradísima María T-tú y otras voces más que, con alma underground, se lograron expandir por el país y ello les permitió gozar de gran popularidad.
Mientras tanto, en bares más pequeños de Barranco y el Centro de Lima se iba gestando una pequeña escena de bandas de chicas que se sabía confundir muy bien entre pogos, saltos, gritos y sueños tan alternativos como nuestras propuestas. Con uno que otro berrinche adolescente, Valium y Área 7 ya éramos un feto y aquí aparecían las primeras composiciones en ensayos de 10 soles, la garra indomable y la fiereza que en poco tiempo tomaría por asalto la escena.
Tanto Área 7, Valium y Cecilia Zero estábamos a punto de ser expulsadas de nuestro cascarón directo a dominar los grandes festivales de esa época: ‘Rock en el Parque’, ‘Poder en las masas’, ‘Niño Malo’, ‘Recontra Bestia’, ‘Desgraciadazo’, etc. Aún con nuestros padres cuidándonos los equipos, tuvimos que aprender muchas cosas en la cancha. Las críticas, los aplausos, el pogo, el amor, la cólera, dar autógrafos y hasta recibir escupitajos fueron las clases más importantes de esta escuela, además, iban moldeando nuestra fuerza en el escenario. En ese momento, el país no estaba preparado para ver tocar a bandas sin chicos.
Hagamos una comparación rápida que no se podrá negar:
Si ahora es así, ¿se imaginan antes?
El camino no ha sido nada fácil. Por eso, los invito a seguir leyendo.
A 21 años del fenómeno que suelo llamar ‘explosión femenina del rock’, rescato los testimonios de cada una de las protagonistas, incluyendo el mío. Desde lo bonito, lo feo y, sobre todo, lo emocionante de hacer historia en un país en su mayoría, machista.
“Siempre me gustó el rock, la distorsión, el punk y esa onda. A finales de los 90s quise tener mi banda pero estaba un poco perdida sobre cómo empezar. Un día llegaron unos vecinos a mi barrio que tenían su propio grupo y sentí que esa era mi oportunidad. Les comenté que quería tocar mis canciones. Y luego de algunas conversaciones, me aceptaron. En esa época también publiqué un libro llamado ‘Perras Memorias’, que se vinculaba mucho con las letras de mis canciones. Era como una catarsis en época escolar: los primeros amores, corazones rotos, cursos aburridos (risas). En definitiva, esas dos cosas, el rock y el libro, llamaron la atención, primero de la prensa y luego de los shows que querían a “las chicas de moda''.
“Valium nace en el 99 y yo tenía todo esta influencia noventera efervescente en mi vida. Quería hacer rock. Yo no sabía tocar guitarra. Sí cantaba y escribía mis canciones, pero quería una banda de chicas que patee traseros. Para tener la alineación final tuve que buscar mucho. Empecé en la universidad y luego en Galerías Brasil. Ahí es en donde pude encontrar la primera formación. Aquí ya podía sentir que mi sueño se iba concretando cada vez más. Pronto, ya nos encontrábamos organizando pequeños shows grunge y todo iba tomando forma casi sin darme cuenta”.
“Para Área 7 todo empezó en el colegio. Para ser exactos, en 1999. Mi hermana y yo veníamos navegando en esta onda nirvanera de jeans rotos y sonidos sucios. Todo era muy orgánico. No había dinero para comprar discos originales, pero eso no importaba. Pirateábamos cassettes, nos prestábamos cds y les sacábamos copia a libros que hablaban de la historia del rock. La gente del barrio creía que teníamos problemas. Tengo esta imagen de ir caminando por Barranco y ver con entusiasmo los flyers de Narcosis junto a Leuzemia y M.A.S.A.C.R.E. y pensaba: ‘wow algún día jajaja... ¿por qué no?’
Mi gemela Fátima y yo empezamos con clases de guitarra. Recuerdo que salíamos corriendo del colegio solo para llegar a casa y tocar, dejando la tarea para después. En fin, una cosa llevó a la otra y así pasaron estos hermosos 21 años”.
“Los primeros shows eran autogestionados y muy divertidos. Yo cantaba con uniforme, pero no era un disfraz o algo así. De verdad iba a tocar luego de clases. Recuerdo que la mayoría de presentaciones eran financiadas con lo que recaudaba de la venta de mi primer libro ‘Perras memorias’. Luego cuando se fue haciendo más profesional la situación con la música, yo misma me hacía mi ropa y me las arreglaba como podía. Era muy líder y me encargaba de todo pero no dejaré de mencionar que era un súper gasto, lo que ganaba con los libros se iba en la música literalmente”.
“Ya con la primera alineación consolidada, conocimos a integrantes de bandas de mayor trayectoria y ellos nos ayudaron a mejorar nuestro sonido. De hecho, los primeros shows nos ayudaron un montón a aprender sobre la marcha. Para ese entonces, nuestro estilo era una combinación bizarra. Eran nuestros pininos, pero había garra y mucha actitud. Nuestro primer concierto fue en el 99 y se dio en un bar en Pueblo Libre, el cual organizamos nosotras. Aquí incluimos a otras bandas grunge…era muy importante para nosotras reflejar esa onda.
“El presupuesto en casa era limitado, pero siempre logramos juntar para la hora del ensayo. Los primeros shows fueron bulliciosos. Tocábamos en locales de Barranco que ya no existen. Mi mamá nos apoyaba con la clásica venta de entradas. Era el requisito para tocar.. Mi abuelita Rosa nos hacía nuestras falditas plisadas para vernos un poco más punk/rock. Todos colaboraban de alguna manera. Iban apareciendo las primeras canciones propias y el setlist se completaba con algunos covers de Nirvana, Alice in Chains, Pearl Jam, Silverchair. Era muy chévere. No había presión de subir contenido en el momento porque no existían las redes sociales, tampoco había mala onda. Todo se resumía a: ir, tocar, tomar un roncito y regresar temprano para ir al cole al día siguiente, jajaja”
Carlos Arce no solo fue mi profesor de guitarra, si no fue quien introdujo a Área 7 en este emocionante circuito de bandas emergentes, en su mayoría grunge. Ya veníamos tocando cerca de un año y en una de estas veladas alternativas, también invitó a Valium, exactamente en el Bar ‘RAZAS’ de Miraflores, que ahora es un modesto chifa. Durante el show, conocí a Veronik. Carlos nos presentó con el objetivo de organizar tocadas con nuestras bandas y estoy casi segura que ya sabía lo que se asomaba. Nunca lo sabré con exactitud, ya que, lamentablemente, falleció en el año 2006, víctima de un paro cardíaco. Solo tenía 25 años.
Años después, conocí a la encantadora Cecilia Zero. Me gustaba mucho lo contracultura que se veía tocando rock vestida con su uniforme escolar. En ese entonces no coincidimos en muchas tocadas, pero logré conocerla mejor en los reportajes y entrevistas que aguardaban por nosotras al año siguiente.
Año 2001. Gracias al dios del rock aparecieron muchos medios que apoyaban este circuito: ‘Tv Rock’, ‘Radio Insomnio’, ‘TV Insomnio’, ‘Revista 69’, ‘Radio Doble 9’, ‘Radio América’, ‘Revista Esquina’, ‘Rockperu.com’, ‘Radio Nacional’, ‘Radio Comas’, solo por mencionar a algunos. En ese entonces, estos medios tenían tanta influencia en la generación que si decidían brindarte un espacio, ya estabas dentro del circuito.
Una tarde de ese año, visitamos el set del programa ‘Tv Rock’ como público. Al finalizar la grabación, nos acercamos a ‘Cucho’ Peñaloza, quien era conductor de este show y le entregamos un cassette de uno de nuestros ensayos, Nos miró, vio el cassette, nos volvió a mirar y nos invitó a tocar unos días después en el programa. Lo mismo sucedió con Valium y el efecto ‘bola de nieve’ empezó a crecer. Se podía sentir el sensacionalismo, las miradas, la atención, la aprobación, desaprobación y empezaron los titulares. Éramos la carne fresca de los medios. Éramos carne fresca en general...pero no lo sabíamos.
“Han pasado 21 años y sigo pensando que la irrupción de Área 7 fue fundamental para la movida local no sólo porque su música es producto de un esfuerzo descomunal, sino que además marcó un hito por ser la primera banda peruana de metal con integrantes mujeres en su totalidad. Área 7 ha sabido sobrevivir y hoy en el camino del rock nacional yacen fuertes, animadas, fortalecidas, posicionadas como un referente musical y como unas guerreras del metal en un mundo acaramelado y maldito. Por eso, 21 años serán cientos de años más pues quedarán en el colectivo y también en el infinito de nuestras mentes con su dureza y su disposición para petrificarse en el tiempo.”
“Recuerdo sentirme un poco desencajada pero fue impresionante. Pensé: ¿qué está pasando aquí?. Un día estaba ensayando tranquilamente y al día siguiente ya estaba en las radios, en los diarios, en los programas de televisión. Todo el país tenía los ojos puestos sobre mí. Fue alucinante, pero también muy extraño. Cuando me vi en la portada de ‘Luces’ de ‘El Comercio’, no lo podía creer. Es imposible no sentirse emocionada siendo tan joven y ver que tu música está siendo escuchada”.
“Lo primero que sentí fue ‘bien carajo sabía que iba a funcionar’, jajaja. Era un poco superficial pero quería lograrlo. Era una chibola muy empoderada y claro que tenía miedos pero la idea era que no se notara. Recuerdo a medios como ‘Magaly TV’, ‘Reporte Semanal’, noticieros o ‘El Comercio’ juntándonos a Valium, Área 7 y a Cecilia para hacer notas random. Hubo una nota donde grabaron como a Sara Hellen, nuestra guitarrista de ese momento, le lanzan un escupitajo en una tocada en La Noche de Lima y ella pateando al tipo con sus tacos jajaja, eso fue genial. En esa época el look también era como un caballito de batalla y estábamos con toda esa onda de experimentar”.
“Tuve esa sensación de empujón antes de tiempo. No tenía cejas, tenía muchos piercings, dreads y para la época leer titulares como ‘Las chicas Piercing’, ‘Florecitas rockeras’, ‘Reinas de la Movida’, era muy empoderador de cara a la sociedad para la cual éramos las chibolas alternativas de Barranco. Dejé de ser la chica a la que le gritaban loca en la calle y pasé a ser la vocalista de Área 7. Al mismo tiempo no me di cuenta del sensacionalismo que venía entre líneas con estos reportajes. Siempre nos llevaban a Quilca, a Galerías Brasil, a sitios dark como poniéndonos en un contexto de rebeldes sin causa. No sabía si estaba bien o si estaba mal, nosotras solo fluíamos. Para la banda fue extraordinario. Radio Doble 9 pasaba “Yo no debí nacer” todos los días, Carlos Galdós musicalizó su programa en Studio 92 con la misma canción, y ni hablar de los festivales. Para la banda fue bueno en todo sentido”.
“Antes, la mayoría de nuestro público eran amigos, colegas cercanos en bares como ‘El Florentino’. Luego de este boom mediático tocábamos ya en festivales para un mínimo de 500 o quizá mil o más personas. Recuerdo una fecha que era en el local de los trabajadores de ‘El Comercio’, la fecha la organizaba la producción que estaba haciendo un documental sobre Daniel F, si no me equivoco. Me parece que ese fue nuestro primer show para casi 3000 personas. La banda dio un giro de ya realmente tomarse en serio a estar montada sobre algo relativamente grande. La adrenalina comenzó a correr más porque son momentos muy locos, son piezas claves como músico joven. Que tu música sea escuchada por un pequeño mar de gente es muy paja”.
“En un pub te sientes muy seguro, pero la situación cambia en un gran festival. Aprendimos mucho sobre el escenario, a manejar a un público más grande y hacer que pasen un buen rato. Eso nos tomó años. Lo primero fue enfocarnos en la performance que para nosotras es muy importante, causar sensaciones a través del show y el sonido. Para unas chicas metidas en el rock pesado, tocar en un festival exige mucho en este país. Te juzgan el doble si eres mujer, te gritan el doble si eres mujer. Nos ha pasado de todo pero de ese todo hemos aprendido. Personalmente, me he electrocutado en nuestro primer festival llamado ‘Recontra Bestia’ en el 2001. Nos han robado, nos han pegado en el 2004 pero aún no pierdo las ganas de seguir en la terquedad. Algo que recuerdo con mucho cariño es el apoyo de mi mamá al llegar a los festivales; éramos muy jóvenes y ella nos acompañaba, nos cuidaba. Era muy chévere, porque jamás me avergonzó, por el contrario era un orgullo que mi mamá nos aceptara a mi hermana y a mí como éramos, subiéndonos a un escenario y mostrando nuestra fortaleza. Su apoyo fue y sigue siendo muy importante para nosotras”.
“Me he relacionado con el rock peruano hecho por mujeres casi desde que empecé a escribir de música, a comienzos del siglo. Recuerdo mucho el entusiasmo que se vivía por las bandas de chicas, entonces. En esa época teníamos una revista de rock con unos amigos llamada "69", y con el número 3 me parece sacamos un compilatorio solo de bandas femeninas o con cantante mujer. Se llamaba "Venus Ataca" y fue un buen compilado, muy variado. Me acuerdo que los comentarios fueron en su mayoría positivos, gente que daba la bienvenida a la "nueva" escena, pero hubo también críticas que yo llamaría abiertamente machistas y prejuiciosas, y eso ha sido, por desgracia, la otra cara del fenómeno: a más rock hecho por mujeres parece haber más resistencia, críticas y burlas de un sector regresivo y retrógrado que me apena decir que siento que ha crecido con los años. Siento que se ha vuelto más descarado y bravucón. Cuando ingresé a El Comercio, una de las primeras notas que propuse hacer fue sobre bandas universitarias y ahí conocí a unas jovencísimas Área 7, que en esa época estaban en la universidad y no habían grabado un disco. También entrevisté a Cecilia Zero, que era una presencia constante en la escena de entonces. Dos años después, ya no eran dos artistas sino 20. Y desde entonces las bandas de mujeres no han parado. La iniciativa “Girls of Rock” siempre me pareció interesante porque documenta una realidad que los medios no siempre exhiben. Como alguna vez escribí, y me cayeron muchas críticas de los mismos de siempre, el rock hecho por mujeres en el Perú es el verdadero rock subterráneo porque ha sido un segmento que ha sido subestimado por mucho tiempo, que se ha autofinanciado, creado sus propio circuito de festivales y más para poder hacer oír su voz”.
“Hacía mi música y en paralelo me dediqué a escribir libros. Esta segunda actividad me atrapó por completo. Mientras tocaba, lo poco que ganaba lo invertía en mis libros y bueno me di cuenta que la cosa con el rock, al menos en nuestro país, era muy difícil. Las radios nunca me brindaron una oportunidad constante. Había demasiadas dificultades. Decidí dedicarme 100% a escribir hasta la actualidad y hacerle canciones a mis libros, así no me desconectaba completamente del rock que quiero tanto”.
“Siempre está presente la frase ‘para ser chica tocas bien’. Yo creo que esta hostilidad que estuvo y sigue allí para las chicas dentro del rock es producto de la inseguridad de las personas que atacan. Una se debería defender y es lo que hacíamos en los shows. Está bien defenderse. En Perú por más que pase el tiempo siempre será extraño para algunos ver a chicas tocando rock por más inconcebible que parezca”.
“Siempre ha existido y existirá la hostilidad en la música. A la gente le gusta expresarse, opinar, pero me parece que hay maneras inteligentes y estúpidas de hacerlo. Si bien es cierto, el público nos recibió bien, pogueaban y la pasaron súper. Había algunos metaleros que nos gritaban cosas duras como poseras, engreídas, locas, y hasta nos tiraban botellas de vidrio. En este caso no fueron las palabras las que nos empoderaron, fue la actitud, pura actitud mirando de frente sobre el escenario.
Recuerdo ver la cara de mi mamá y amigos queriendo intervenir en alguna discusión u hostilidad durante el show, pero ya podíamos solas. Dolía, claro que dolía, pero era parte del ambiente de un festival. Luego esa gente que insultaba empezaba a poguear, por eso digo que esta escena es bipolar. Luego de todo lo que hemos pasado ya no le temo a nada”.
“No siento que sea así o no sé jajaja, pero en caso lo sea pues es muy bonito haber influenciado a más chicas a hacer rock. Salir de esa zona de confort a la que nos han acostumbrado es de valientes. Ahora estamos pasando por momentos extremadamente difíciles, yo no soy ajena a ello y recordar a esa chica, fuerte, guerreraza, rebelde me emociona y me motiva para seguir con mis proyectos actuales”.
“Eso es lo paja. Tenía este sueño desde los 18 años, de tener una banda de chicas que hiciera rock pesado. Sabía que podía ser bravazo y creo que ese sueño se materializó y finalmente se convirtió en un granito de arena que le aportó al rock nacional. Actualmente Valium no toca más, pero lo importante es que seguimos siendo amigas, nos mantenemos en contacto y nos apoyamos. La separación de la banda fue algo que tuvo que pasar para que cada una siguiera su propio camino en la música”.
“Leí en el diario ‘El Comercio' un artículo sobre la historia del rock nacional y colocaban a Área 7 en la época del 2001. Lo primero que sentí fue agradecimiento y que alguien valoraba el inmenso esfuerzo hecho durante estos 21 años desde que empezamos esta aventura. Siento que todo ha valido la pena. Las buenas experiencias y también las malas. Sobre todo las malas, porque nos volvieron más fuertes. Creo que la cumbre de todo fue abrir el show de Guns’n’Roses en el año 2016 ante 50 mil personas lo cual nos elevó a otro nivel personal y musicalmente, fue alucinante y aprendimos mucho; sobre todo quiénes eran nuestros amigos y quiénes no. Actualmente no podemos tocar pero seguimos creando para mantener la mente y el alma fuertes”.
“La presencia femenina en nuestra revista fue constante. Cómo olvidar a Patricia Roncal, más conocida como María Teta, gran amiga y colaboradora de Esquina, quien ahora reside en el panteón de los héroes del Rock & Roll. Luego conoceríamos y entrevistaríamos a Veronik y su banda Valium, talentosa compositora y cantante local. Ya para comienzos de este siglo, trajimos al grupo chileno Las Venus, integrado solo por féminas, para que den unos shows en el Maracaná de Jesús María. A la vez que conocí a las gemelas Diana y Fátima Foronda y su grupo Área 7, con las cuales tuve la suerte de trabajar como su manager, e incluso estuvimos esbozando junto a ellas un Festival Esquina, solo con grupos femeninos, pero mi viaje a los yunaites lo frustró, sin embargo, algunos años después las chicas de Área 7, harían realidad este sueño, organizando un festival con agrupaciones integradas solo por mujeres. ¡¡¡Salud por ellas!!! y por todas las chicas rockeras, que no le temen a nada ni nadie, subiendo desenfadadamente a los escenarios, para regalarnos Rock & Roll del bueno!!!.
Si llegaste hasta aquí, te doy las gracias. La finalidad de este reportaje es rendirle tributo a una época clave para el desarrollo no solo del género femenino en esta jungla llamada rock peruano. Es una forma de fomentar en las nuevas generaciones las iniciativas por más duras que parezcan. La posición femenina dentro del circuito musical debe evolucionar, pero aún falta mucho. Si compartes este artículo estarás colaborando con la cultura, fortaleza y con el desarrollo de un país más igualitario y libre.
Pd: SÉ LIBRE, LO MERECES.